Maria Mena Habits

martes, 23 de junio de 2015

EL CANDIL

EL CANDIL

Los recuerdos son el alma que te acompaña,
cuando necesitas cambiar algo de tu presente.
En silencio, rememoras sin esfuerzo
el calor y el aliento que ahora te falta.
Extrayendo todo aquello que 
en aquel presente pasado,
creias tener a tu alcance,
por breves instantes tal vez
y en moderadas dosis,
convertidos en un elixir
tan concentrado como poderoso.
La mañana se viste de seda y entre tules
de sol y cantos que irradian de entre los árboles,
adorno mis contornos y riego mis costumbres,
refrescando el pensamiento, intuyo deprisa
que nada me puede parar.
Todo un concierto de sis constituidos,
de notas finas y estiradas que sostienen mis latidos,
ahora calmados y tranquilos,
colaboran con el otro yo que se hallaba dividido.
Empastando el modo y el estado,
abandonará el caos y el caminar por medio lado.

De frente presente!
Nada dejarás que mi sien atormente.
Saboreando cada instante acaricuado con mis manos,
fundidas en un enderezado abrazo,
extendido a través de mi propio sol
y difuminando amarguras,
alisarás todas y cada una
de mis costuras
y entregarás a mis huesos,
en un sentido beso de paciencia y tesón,
lo que creías perdido,
que no era otra cosa sin más,
sueños dormidos...

Duerme ahora la costumbre,
mientras la razón viajera
recupera su equipaje.
Ha atrapado a la desidia
contenida y marchitada,
Y, dejándole salir en un alargado suspiro,
siguió sin demora el camino,
acompañada de tantos reflejos disueltos
y diluidos,
que sin querer esperaba,
que sin pedir añoraba,
que sin pronunciar una sola palabra,
desde su profundo lecho, gritaba...

Adiós marinera, le despide su mar.
Viajera entre mis olas,
entre mis brisas, sobre mis saladas
y arenosas cordilleras.
Tu lugar ocupaste.
Entregada a tu lucha,
sumergida en tu valle.
Atrapada en vaivenes de incertidumbre,
colosales paisajes que te dividen.
Enredada entre las ornamentas, de tus hilos,
has conseguido remendar tu espíritu
y ahora tus descalzos pies, vuelan...

Contemplo ahora desde el tren,
las montañas estiradas,
el refugio de los árboles,
el rojo cielo del anochecer
que hace agonizar el paisaje,
Mientras se desvanece...
Pletórico
Sin apenas respirar, sin que al menos me parezca necesitarlo.
Tan sólo el hermoso cielo comtemplo
mientras el fulgor de la noche me consume,
entregado mi ser a la lentitud de las sombras.
Y sin embargo podré ver entre tanta oscuridad,
abrazada a la luz de mi candil,
encendido en el centro de mi desván,
proyectando espacios,
que apenas conocía...
No siento cansancio,
no siento hambre, ni frío,
solo un acogedor y cálido silencio
que protege mi interior y lo acomoda
entre pautas de sosiego
y doblegados matices de sentimientos vacíos.
Tan sola como me hallo,
sola y callada.
Concentrada, rememoro entre mis tumultos
aquello que tanto, tanto, tanto, yo necesito...
Y sin embargo hay algo en este lugar
que desea atraparte,
o que tal vez, desea que te lo lleves de aquí
para después siempre poder acompañarte,
influyendo en tu presente, de tal forma,
que todo aquello que construyas,
dejará de ser real mientras lo haces...
Por tanto, suavemente, sueltaa tu cadena,
abandonando el refugio, tan confortable,
tan... tan acogedor y resumes.
Resumes en un solo pestañeo,
mientras el paisaje rojo, las montañas repletas,
el tren,
el mar ondulante,
el contoneo del viento,
la brisa, las olas
y, hasta el canto de entre las ramas
de los cercanos árboles,
desaparecen de tu cabeza
mientras miras un reloj y
piensas, joder,
que se me hace tarde...
Y sin embargo,
mi preciado y leal candil,
que nunca se apaga, se preguntará...

Tarde para qué?
Volverás pronto?
Anda, dime que si!

Y así será pues...

Esther MG 23062015