ENVEJECER
Ramas que se alejan,
sobre el arroyo.
Sumisas sobre la corriente.
A veces estancadas,
al azar.
Surcando círculos
transparentes,
parpadeando firmes
e inertes.
Irremediablemente.
Un océano a la espera
en el que sucumbirán
sin lucha.
Arrolladas por las estaciones,
que palparon en su curso.
Saboreando sus arrugas.
Cicatrices subrayadas
en su haber.
Portando lástimas y risas,
aromas amontonados,
en su piel.
Entre el susurro de la brisa,
aguas cristalinas,
resumirán ejércitos de alivios,
para bien.
A su paso, los árboles
saludaran todo el quehacer,
sin nada que les disguste
entremedias de la noche
y el frío amanecer.
Pasa y sigue
tiempo irreal bendito,
reflejando ante el espejo,
la vista cansada
y la corta pauta,
tras las cortinas
de esta función.
Mecida por las corrientes,
ordenada y eficiente,
por ser...
diferente.
Sin medios que asistan,
sin leyes que instruyan
ni alienten.
Sin temor a sobrevivir
en este remolino,
que nunca jamás...
se detiene.
Esther MG
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