Maria Mena Habits
sábado, 10 de noviembre de 2012
EL YUGO
La crisis no nos deshoja a todos por igual,
La vida que se elige, nos marca y condena,
o nos mantiene despiertos e ilusionados.
Todo lo que conocemos,
es un presente marcado por minutos,
pero implacablemente perenne,
que jamás cedió su sitió,
ni al pasado ni al futuro.
Y esto, es lo que nos ha tocado vivir.
A cada cual su yugo, a cada cual,
una experiencia importante, impactante.
Con “suerte”, algo en lo que no creo,
llevadera.
Este relato procede de una caída.
Tantos y tantos caemos y otros tantos,
nos recogemos y refugiamos, como podemos.
EL YUGO
Arrojó su maleta contra la arena,
abatido por tanta desidia,
que ni su brillante mente podría salvarlo.
El viento cruzaba de lado a lado,
rozando con sus dedos suaves, su rostro
y sus ojos, agrisados.
Retorciendo sus cabellos con sus manos,
dejó caer su cabeza,
guiando su vista hacia el suelo.
Y todas las palabras contenidas,
tantos y tantos años,
surgieron a borbotones,
entre lamentos embriagados de melancolía.
Corrían junto a su tormento, bajo su pecho,
para reunirse entre los pálpitos de su
corazón.
Como botellas flotando en la inmensa
tempestad,
de su aflorado abatimiento.
Y nunca había pensado, que llegaría a
desear, la muerte.
Todo era ahora, tan… diferente.
Era tarde para mejorar, lo inesperado.
Ante sí no hallaba puertas, tampoco
ventanas.
Sólo un camino vacío, repleto de miradas.
De esas que susurran entre el vacío sin
señalar,
pero tan perceptibles, como pinchazos
enjutos, directos al alma.
Quería desaparecer, ser invisible,
prescindir de la necesidad de comer,
Incluso beber. Para qué.
Así sería más fácil.
Sólo, en la penumbra de sus retóricas:
“Cómo he llegado hasta aquí.
He recorrido mil años durmiendo.
Ahora, no quiero olvidar lo que fui.
Soy un prisionero, he conocido otra verdad,
que tampoco era real.
¿Una vida plena y justa?,
Si, tal vez, lo fuera.
Pero ya no suenan las campanas,
que salpicaban las trompetas de mi
comparsa,
aliada y traicionera por igual.
Infiltrada en mi propia existencia irreal.
¿Qué podría hacer yo ahora?,
¿Cómo puedo ser un extraño en mi propio
ser,
desterrado de mi mismo?”
Pensaba en sus hijos, en sus risas, en sus
expresiones.
Por un instante, se erizó su piel, pensando
en sus abrazos,
cuando volvía del trabajo.
¡Un trabajo digno!, se repetía a menudo
para sí mismo.
Creía que así, era más fácil obviar esa
parte, si,
esa en la que sus superiores le hacían la puñeta de cuando en vez,
o
jornadas enteras.
Al azar, como un juego de dados. Hoy le
tocó a este.
Sí, un trabajo digno. Suficiente para…
¿“sobrevivir”?, porque hoy en día es lo que
hacemos todos, ¿no?
Sí, decididamente era un trabajo.
Después, pensaba en su mujer, en sus ojos castaños,
en su sonrisa a medias.
Reflejando la dulzura que realmente,
escondía tímidamente en su ser.
Sin darse cuenta, comenzó a llorar, sin
lágrimas. No sabía cuando había
aprendido, pero era así, desde hace mucho tiempo.
El alma sabe de estas cosas, aunque uno no
quisiera nunca,
experimentarlas.
Ahora, solo podía pensar en sus recuerdos.
Era lo único que no le habían quitado, que
la vida, no le había arrancado.
Aunque no sabía, cuanto tiempo duraría. Tal
vez, sería bueno para su
bienestar, perder la memoria.
Quizá fuera lo mejor, dado su presente.
Mirar a su alrededor no servía de nada.
Estaba convencido de ello.
Era… así.
Todas las personas, que había conocido, no
existían.
No estaban. Se esfumaron con su casa, su
matrimonio, su hogar.
Lo había perdido todo. Pero no estaba sólo.
No.
Hoy en día, hay muchos organismos que se
dedican a ayudar.
Para alguien que ha estado “sobreviviendo”,
llegar hasta ahí puede
resultar, ¿difícil?, ¿sencillo?
¿Cuántos muros hay plantados, delante de
esta idea?
Dos.
El del orgullo y el de la desconfianza, que
en realidad es el de la negación.
Uno.
Lo que ocurre, es que un muro, puede
convertirse en una muralla que
rodea todas las posibilidades de uno.
Por eso, del orgullo y desconfianza, pueden
pender, la rabia, la tristeza, y
más sentimientos, más.
Generando en depresión.
Depende de como uno vaya o se haya ido acostumbrado
siempre a los
reveses de la vida, aunque la gravedad de estos,
son incomparables al hecho de perder. Todo.
Cuantas veces el mismo discurso en su
cabeza…
Mientras sigue sentado en el camino, junto
a su maleta.
Y ahora, no tiene tiempo para nada, cuando
realmente, no está atado a
una familia, un trabajo, un hogar.
Sólo a las necesidades humanas.
Vivir en la calle no es deseable. Para
nadie.
Todos somos consumistas atados al mundo y
nunca pensamos, que
veremos ese muro frente a nosotros y la nada a nuestro
alrededor.
Pero somos esclavos de la vida, todos, lo
somos.
Y morir es a lo que las circunstancias, nos
están acostumbrando
peligrosamente.
Si los que están ahí arriba, digo arriba
porque son los que están,
dedicaran su tiempo a gobernar en condiciones,
los que estamos aquí abajo, podríamos
seguir sobreviviendo, sin tener
que perdonar a nuestra alma, por quitarnos la
vida.
Dedicado a todas aquellas personas, que
tristemente, han acabado con su
abatimiento.
Pagándolo, con lo único que tenían y lo era
todo. Su mente brillante, su
derecho a la vida, su existencia…
Por culpa de un despido y posterior
desahucio de su propia casa, cuya
hipoteca, no podían pagar.
Esther MG
EL PARACAIDISTA
EL PARACAIDISTA
Piensas que el mundo
arruinó tus deseos.
Nada parece decirte
que es todo.
Nunca pensaste que
habías triunfado.
Solo la dicha de
seguir cavilando.
Por qué.
El oasis que
vislumbras te ha traicionado.
Giraste deprisa sin
mirar a los lados.
Cualquiera te
hubiera podido decir,
unos cuantos de tus
fallos.
Pero nada parece
decirte que así fue.
Miraste adelante
empeñado en un trato.
Persiguiendo una
historia difuminada en un halo.
Retorciendo relatos
en tu cabeza.
Recordando incesante
las huellas abiertas,
de tu pasado.
Y el presente,
siempre nublado.
Apenas fue pleno un
instante,
De ti.
Quisieras volar como
las mariposas,
Pero con la
inmortalidad de una piedra
que no se erosiona.
Al menos dijiste una
verdad.
Te reflejaste
pequeño y débil
en tu existencia
mortal.
Y mientras acabas
deprisa de reflexionar,
tú que vives y
sueñas, sin alcanzar,
conviertes tu tiempo
en vacíos sin paz.
Esther MG
jueves, 8 de noviembre de 2012
EL COLUMPIO
EL COLUMPIO
No has llegado y ya te has detenido.
No sabes contar cuentos
Ni adivinar acertijos.
Quieres soñar despierto mientras
tu mente cuadrada,
se clava ante el umbral.
Frente a los muros de la necedad.
Empujado suavemente
hacia la vaga realidad.
Que llena tus bolsillos,
con trozos de presente dividido.
Donde acabarás,
sin un pensamiento recogido en tu interior,
Capaz de perdonar,
el hilo de tus costumbres.
Mientras los sauces lloran sobre tu cornisa,
apagada y débil.
Dibujando olmos al atardecer,
queriendo ser más que un abeto
y menos que un roble.
Cambiando el rumbo de tus segundos.
Atrapado en el irreal tiempo.
Aturdido, confuso, arrugado.
Una llama en tu piel,
se distingue entre pinceladas de cicatrices.
Que no curarán tu espíritu.
Mientras pasan las horas,
acostumbrado a morder
desidias y orgullo.
Atacando a la irrealidad
que en ti permanece.
Sin que llorar te acomode.
Sin que reír te derrote.
Sin que pensar te condene.
Entre pensamientos,
que no se revelan
contra tu ficticia lucha por desear,
Y no ser.
Esther MG 8112012
EL VIAJERO
EL VIAJERO
El campo está llorando
Sobre la ladera.
Impregnado de lluvia pegajosa,
Se recobra de un fuego
que rebosó sus contornos
repletos de tallos y raíces.
Otoño llegas tarde.
Con tu muerte,
que se anuncia sobre mis agujas.
Los senderos me acarician
a través de mis laderas y mis llanos.
Un peinado diferente que retocas cada año.
Con tu sol y con tus lluvias,
con tu viento,
con tu esencia reposada en mis castaños.
Mis mariposas arboladas,
mis crisantemos dorados.
Mis margaritas soñadoras,
vírgenes libres pastando,
Sobre mi irisado ser,
de campos quietos y lejanos.
Soñando que pronto volverá
el viajero con sombrero, invierno encapotado.
La señorita risueña, primavera con sus ramos
y el esperado mar de ensueño,
verano de luces,
con sus atardeceres hermosos
y claro de luna, bajo el encendido lago.
Déjame reír,
para volver a llorar entre baños de aguaceros.
Cruzando la inmensidad,
de mi acaparado silencio.
Allá bajo las cumbres,
que protegen mis campos abiertos.
Déjame rozar con mi paz tu viento,
mientras tu caricia asombra mi suelo,
jugando con la penumbra de mi soledad
y su hermano del alma,
el silencio.
Esther MG 8112012
domingo, 21 de octubre de 2012
EL NUDO
Las palabras se cuelan en el
silencio.
Gotas de lluvia
resbalando sobre el cristal,
empañado y sombrío.
Aquella mirada prendida
en su destino,
transporta sus ropas
entre senderos y ríos.
Carencias dormidas.
Constantes latidos.
Delatando suspiros,
abrigando el alma
con torbellinos de glorias
antiguas.
Una antorcha en mitad
del camino.
Sin cesar de susurrar entre sus
vientos.
Dormidos.
Se adentró en la espesa calina,
mezclada con las parábolas de sus
sienes.
No quedan atardeceres.
De esos que saboreabas a la orilla
del crepúsculo.
Los que adornan tu atormentado
Axioma.
Sin poder vislumbrar sus cumbres
nevadas.
Mañanas nubladas entre mudas
nostalgias.
Impertinentes.
Cómodamente alojadas,
entre desidias y vagos intentos por
sobrevivir.
Sin encontrar la manera de recuperar
ni un tímido aliento,
que llena su mundo
de verdades enteras.
Pacíficas y hermosas.
En peligro de extinción.
Suceso dramático,
Descrito a plazos.
Retórica implacable.
Buscando calidez que mida sus
instantes.
Sin límites.
Siempre ardiente, radiante,
Intermitente.
Una llave arrojada al vacío.
Para nunca más descubrir, un
interior.
Repleto de brillos.
Esther MG
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