EL DESTINO
Era un sueño. De
esos que no se desprenden.
Como acuarelas
dibujando mares enteros de melancolía,
bajo las sombras
del recuerdo marchitado.
Todo ha cambiado y
sin embargo, mis estaciones contemplan aún la dicha en las noches, sin días que
terminen, un cuadro que no puedes dejar de mirar.
Contemplado
mientras relumbra en ti.
Sembrando
llamaradas de sosiegos extendidos en tus manos.
Aclarando tus
mañanas nubladas.
Alargando las
líneas discontinuas que emborronan en desilusiones, un amor prohibido.
Pero no desecho.
Ha dejado huella en
su semblante, mientras piensa,
Como he llegado a
distinguir un sol en este torbellino, como he dejado marchar sus rayos, sin
bañar mis ganas para sanar, mis heridas.
Cuando he dejado de
querer. Aún amando con destreza entre el sinsabor que da sustento a mis
grietas.
Cuanta vida de todo
el óleo, olvidado, en un rincón de mis apartes, quedó prendada en ti.
Más no quiero
retenerme en estas fauces de recuerdos,
que condenan.
Y, sumergida en las
corrientes. Desaparecí.
Si tanto me ama el
silencio. Si tanto me añora, la soledad, recorreré ahora codo a codo con el
viento, la eterna distancia que me separa siempre, del mundo, tras la burbuja,
de mi fino cristal.
Enterrada en la
arena,
junto al oleaje,
que lucha por liberarme,
con los espumosos
dedos,
de sus olas.
Sin que nadie
distinga mi hueco, oculto, bajo mis intersecciones.
Cargada de ramas
desnudas, en todos mis rincones.
Vacíos.
Ya no hay alivio.
No hay calma en lo
que abrigo.
De nada sirven, las
ganas
por reconocer,
que he de cambiar
mi rumbo.
Solo el silencio,
tan desnudo como
yo. Abrumadoramente hermoso,
con sus notas, me cautivó.
Sin alas que me
encuentre a mi espalda.
Aturdida por
reconocer aún, el brillo en las miradas.
Posada entre la
niebla,
de mis noches.
Observando un duelo
de sinceridad.
Sabiendo que no
volverá a amanecer, en este mi paseo por los dominios,
de la siempre
dulce, irrealidad.
Esther MG
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