EL NAVEGANTE
El silencio,
quejidos dormidos.
Ahogados bajo chorros
de tinta.
Subrayando vacíos desenvueltos.
Caída la tarde.
Navegante entre sus campos.
Frente al acantilado apagado.
Diciendo adiós a su paraíso.
Reflejo de entornos prendidos
en ramilletes de gritos.
Lamento y sinsabor,
Danzando entre las cumbres.
Más allá de su razón,
donde cálido aguarda
el corazón.
Un murmullo de brisas
se escuchó,
augurio de risas
tendidas al sol.
Entre la marea
de su incansable ilusión.
Y un segundo antes de caer en los brazos
del olvido,
extiende pergaminos espontáneos
a ritmos fulgurantes,
entre fervientes y atenuadas luces,
que ordenan y adornan sobre su sien.
Sin apenas decir resumiendo,
Sin apenas rozar las almas,
que en estas lecturas se detuvieron…
Sólo,
tan sólo una intensa sensación
de paz y soledad
coloreando de aquí para allá,
sus pensamientos.
Perfilando una sonrisa.
Mientras su último rayo
de conciencia lo arrulla,
entre los brazos del sueño
desatado,
del que no podrá recordar nada.
A lomos del subconsciente
que lo retiene embriagado.
Y entre letargos de glorias
y luchas,
recorre sus mares
lejanos y amargos.
Amarrado a su mástil
que lo mantiene día tras día,
en su envejecido barco.
Esther MG
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