LA BUHARDILLA
Altares soleados,
al pasar de las tardes vetustas.
Pórticos adormecidos,
vanagloriados entre risueños
apretados y torcidos.
Un mirador girado,
hacia las maltas acumuladas.
Espesas cornisas que
atrapan en sus ojos
su luz,
en su tormenta
su halo,
acomodando en su interior,
enteros de rojos
y puñados de dorados.
Enredaderas de azules
acristalados.
Ondulantes aguas bajo
la tapa de mis zapatos,
como terrones de azúcar
coloreados.
Empalagando de sosiegos
este retazo.
Que todo permanezca
así de quieto y callado
y, con mi único adiós,
sea esta dicha,
la que yo siempre hubiera
recordado.
En mis extraños sosiegos,
en mi palpitar entre letargos.
Arroyos dormidos
bajo mis costados.
Mientras la sombra
persigue
y la luz se sostiene,
contemplando en recreos,
atenta y valiente,
el pasar de los días
que jamás,
se detiene.
Esther MG 25052013
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