Maria Mena Habits

martes, 28 de mayo de 2013

LA CARTA





LA CARTA


Estaba...
Estaba, arrodillada junto a ti
en tú rincón.
Anhelando libertad para salvarte.

Como un ángel.
Deteniendo tu tormento,
convirtiendo tu dolor
y sufrimiento en entereza
e ilusiones.

Nada soy, mas, te quiero, te adoro.

Mirando barcos pasar
a orillas de tus aguas,
mientras la fina brisa
de tus parajes,
cosquillea entre mis arrugas.
Las de mi cansado rostro
que te mira y te sonríe.

Me llegué a tu puerto
para descansar.
Mientras tu regazo me abraza
puedes oírme suspirar.

Saber que entre tu silencio
y el mío
hay montañas infinitas,
alumbrando el interior
de dos almas que se agitan.
Y nunca dejan de gritar.

Contemplando un universo
que no deja de cambiar.

Se repiten algarabías y deseos
entre vaivenes de honestidad.
Sin hallar ningún consuelo
que nos permita descansar.

Un reguero de palabras,
de todas estas,
las mías,
no te impedirán marchar,
pero si algún día regresas
y decides abandonar el filo,
sabrás que todo esto
que siempre sentiré 
y te pido.
Es la más cruda realidad.

Sólo debo cerrar mis ojos
para contemplar los tuyos,
mirándome dulcemente.

Arrastrada ahora tu mirada,
que vaga entre el vacío
que le ofrece,
la muerte.
La que te ronda.
La que te saca los dientes.

Aunque tu no la veas
danzar sobre ti.

Aunque tus manos,
cansadas,
no puedan ahogarla.

Aunque tu mente,
envenenada,
no pueda ahuyentarla.

Aunque tus fuerzas,
tus ganas encadenadas
bajo tu yugo,
no puedan,
hacerla desaparecer...

Veo tu muerte anunciada y rechazo.
Rechazo entre lágrimas,
impotente. Imperdonablemente.
Pensando en energía,
la que pueda entregarte,
la que pueda,
hacerte recordar...
Esos pequeños y grandes
momentos pasados,
pero benditos...

Nadie vive los oleajes
de la misma manera,
pero créeme que entre medias
del mío, me ayudaron. 
Y sólo. Solamente cuando 
pude ver, de nuevo,
me dí cuenta de que aquellos
que me gritaron e hirieron,
para salvarme,
me querían de corazón.
Y me estremezco pensando,
que desgarraron sus almas
y que de alguna manera,
ahora,
tienen cicatrices,
iguales a las mías. 

-Nunca es tarde para escapar-,
comentó la conciencia.
-Nunca anochece deprisa,
cuando se vive una pesadilla.
Todos los días son iguales.
Obligado a sostenerme 
de puntillas, desganado
y cabizbajo y, sin embargo,
nunca me intenté estirar
mas que ahora.
Obligado, a auto engañarme
con vanos discursos,
de esos que sólo yo, se redactar.
Los pienso, me los vendo, los como
y los meriendo-.
-Y a la noche?, preguntó la debilidad.
-A la noche duermes,
pues no quedan ni migas.
Que de tanto estirar las fuerzas
e imaginación,
la mente supura,
queriendo olvidar lo que vio
y donde estuvo hoy-.

Casi siempre es de noche,
cuando me surgen las preguntas,
las dudas, 
la incertidumbre. 
Vagando entre las corrientes, 
apenas despierta,
y a tientas,
busco el blanco silencio,
ansiando con mis dedos
plasmar, 
lo que mi sentimiento diga.

Sin importarme poco ya,
si daño, si sacudo,
si molesto con mi prosa...
pues poco me parece ahora,
lo que yo o cualquiera
podamos ofrecerte...
y todo lo que hago es repetir,
lo que ya sabes...

Sabiendo que mañana
tal vez mire tu silueta en una foto,
mientras inútiles lágrimas
bañan mi enardecido rostro.
Y arrepintiéndome,
por no haberte gritado, 
lo que te grito aquí...

Prefiero que arrastres
estas mis entrañas,
borrándolas.
Negándote que leíste de mí,
lo que deseo y siento,
antes que dejarte vagar sin rumbo,
por tu caprichoso limbo,
cuan libro de cuentos.

Y ahora,
secaré mis lágrimas,
tomaré un café,
y entre calada y calada,
recrearé en mi mente, mi sensación,
devanando mis sesos.
Mientras medito si realmente,
alguna vez te ayudé. 

No soy valiente.
No es valentía arrojarte aquí
lo que sabes.
Por lo que luchas día a día,
cada minuto y segundo,
de tu existencia.

Es no cansarme,
de decirte que te quiero.
Que no debes desaparecer.
Que tu camino es largo y rico.
Que tienes mucho que hacer,
que decir, que sentir.

Cuan antorcha, quemaría
tu fuero,
derramando tu arrogancia.
La reduciría en cenizas
y soplaría muy fuerte,
para que ni el mismo horizonte
pudiera contemplarla.

Cuan viento,
arrastraría tu niebla,
devolviendo al mar de tus ojos,
tu destreza.
Tu orgullo, tu armonía.

Y después,
la lluvia haría crecer
en tus contornos,
el paraíso que guardas,
de nuevo verde 
y voraz de enseñanzas, 
de vivencias,
de realidad compartida,
con los que te rodean.

Esther MG 28052013



2 comentarios:

  1. Gracias por maravillas como esta amiga mia, gracias, pronto nos vemos...

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  2. Gracias por escucharme primo. Si, pronto nos vemos, también tengo ganas de ver a la cuadrilla. Un abrazo grande

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